VII
Abre los párpados al frío vuelo
desde abajo, saluda a la sombrilla,
al banco verde, a la mesa amarilla
a la nevera, silla, vacuo cielo.
Y al gato que nos pasa por delante.
Agradece al espejo su postura
siempre intacta, vacía de rotura
su frío estar, y suave ser brillante.
Ademán a la única luz viva
que es en mis ojos como un agua limpia.
En este silencioso latir seco.
Dentro de mi isla alternativa, diva
de un jardín sumergido ya en Olimpia.
Zuecos pisando el césped verdiseco.
Flores con baba armadas con espadas.
En las entrañas salta y ríe el mimo.
Nenúfares sangrantes de su limo
negocian con el néctar de las hadas.
Cual vuelo repentino de tus manos
las palomas jugando a ser gaviotas
capturan a los peces mas idiotas
y vanos de los ríos venecianos.
Y canto porque desconozco formas
mas suculentas de matar silencios.
Gritos predecesores de mi mundo.
Danzo y me atoro en sus torcidas formas
de este jardín hecho de arboles recios,
la introspección de plumas que me hundo.
La sincronicidad del viento y tú
volando entre las rocas. O del tiempo
fiel y mi cuerpo devorados lento
por la perversa y siempre autista luz.
Que nos dio a la inconsciente sugerente.
"Ella" no sabe dónde morará
desconoce hasta quién será, será
que no es en absoluto aún consciente.
No sabe cómo va a comunicarse,
no sabe, "ella", lo qué quiere decirme.
No entiende idioma para susurrarme.
Ella: ¿"Les puso nombre al despeñarse"?.
Su caricia mimosa incitando a irme
su silencioso mármol va a matarme.
Canta bajo mis píes como el agua
la clara, liberada y la brillante.
Bajo mis píes agua azul distante
del norte, fluye fría hasta mi lengua.
Pero lluvia, si cantas al oído
la venda sucia suave se resbala
acaba la incesante danza mala.
Y al fin, el miedo atroz se me ha diluido.
El recuerdo de quien debimos ser
flotando en séquito, mortajas sobre
un río y todas eran tan iguales.
Las aves carroñeras a morder
lanzábanse a un cadáver fácil, pobre
de la muchacha azul que menos vale.
No asaltas ya guadaña esta cerrada
morada, ya no nos escupe el cielo
ni nos agarra nuestros pies de hielo
la tierra miserable. Nada y nada.
La vesícula enferma y traicionera
desapareció para mi descanso
dejándonos ligeras al descenso
seamos pues nos, sin la infiel rastrera.
Oh, ¿pero qué será de ti y de mí?
princesa ¿qué será de nos ahora?
¿Nos partirá el alma la alegría?.
El anhelo vital del colibrí.
Y su fiel renaciente alma cantora
pintado en su jardín de solo un día.
El pájaro pintado donde nadie
sueña con que te nombra ya sin ojos
sueña y te espía sin su pico rojo,
ruega a la soledad que no te cambie.
Tú nunca escucharás a los idiotas
que sin aportar nada juzgarán
desde el prejuicio típico gañán
la candidez vacía en vidas rotas.
Un canto alegre es siempre un canto alegre.
Mi sombra menguará por la alegría.
Menguarás, sombra, si no duermo sola.
Al espejo sonrío al poder verme
al nacimiento del mas nuevo día
que paseará una gran bola roja.